Me compre una bici, le puse Alfonsina. Porque si fuera verdad eso que dice mi mama, que una vez el Rio de la Plata bajó tanto que se podía cruzar caminando, usaría mi bici para ir del otro lado del río para visitarlos mas seguido.
Pero volviendo a la realidad donde el río es profundo y mi bici no es un barco, me desperté con una hermosa mañana soleada y salí a la calle a estrenar mi nueva adquisición.
Recorrí algunas calles de Montevideo, una ciudad que se despierta con los rayos de sol y las temperaturas primaverales. Después de un largo recorrido decidí tomar el desayuno y recordé que mi amiga Silvia me comentó que la Alianza Francesa tiene un cafetín.
Café con leche y croissants, cuadros y pinturas francesas en las paredes, música de Charles Aznavour de fondo… por la ventana se ve el jardín del magnífico caserón de principios de siglo pasado, que hoy ocupa la Alianza.
No estaré en Montmartre, pero se siente algo parecido y me hace sonreír.